20 de febrero de 2011

Abuelo Loren.

No hace tantos años me amaba, estoy segura.

Aún mis ojos custodian sus dedos pulgar e índice de su mano derecha, dedos ya amarillentos y dormidos que se fumaban esos ducados blancos, su codo tembloroso no lograba inclinarse hacia sus labios con la frecuencia que el fumar requería, por lo que los cigarrillos se los empalmaba, mientras la infinita y compacta ceniza caía, por desidia reposando en el antebrazo del sofá, recubierto por paños que se reponían asiduamente. Jajajaja, ya mami está protestando.
-Mariquilla, hazme un cafelito y unos cocorrones.- Qué rico pan frito y ese aceite verdoso, cuántas servilletas, cuántas lavadoras ponía mi madre para mantener su higiene.

El compró mis primeros cuentos, Heidi, Marcos, yo llegaba del colegio, él de sus paseos, siempre enchaquetado, su boina, su sonrisa, sus mentiras piadosas, sus historias inventadas, su letra leída era una delicia. El fue arquitecto en sus sueños, miedica en la guerra, músico sin oído, para mí novelista, quién dijo "cuentista", si existiese un molde de gaditano se llamaría Lorenzo, sería mi abuelo Loren; se disfrazaba con lo que pillaba, entonces las risas incontroladas aparecían en las personas que lo presenciaban, nos contaba, todo lo teatraba, nada lo preparaba, era un genio ingeniado por la vida para construir mi infancia, mi adolescencia y...

...a sus ochenta y seis años se fué y fue cuando pisó por primera vez un hospital; recuerdo volver de la facultad en tren, aquel largo trayecto en mi mente martilleaba que no quedaba tiempo, que se me escapaba, le ví de repente tan consumido repitiendo que quería volver a casa, su casa, mi casa, pidiendo crema para masajear sus heridas del alma, que se le esfumaba, con rabia, pues los ojillos verdosos, chiquitillos encolerizaban aferrándose a la cama, sus manos se impulsaban pidiendo sanearla. Se marchaba, hubo un suspiro de muerte, pidió un ducado, mi hermano usó sus dedos de soporte para que él sólo pusiera sus labios, el médico asintió y miró para otro lado. Mi padre me alejó de la habitación, sus anchas manos, sus brazos me encaminaron a casa, me acostó como mi joven viejecillo de pequeñaja por las noches, con las palabras o las caricias, según lo que urgía.

Vivir con él me enseñó a apreciar a las personas mayores, a disfrutar de ellos; sólo él me hubiese prevenido y aliviado a la hora de expulsar mi desprecio a su suerte, pero se saltó la lección, y aquella emoción destruyó muchas creencias; fue el primero que se fue dañándome, disfruté de tenerle, me impuso el perderle.

Limpiaba la sangre de mis caídas y colocaba las tiritas, los premios de golfilla, me decía. Me llamaba Mariquilla.... ya no suena la voz.

6 comentarios:

Pakiba dijo...

Mariquilla un bonito recuerdo para los abuelos tan queridos que nos dejaron y que nunca olvidaremos.

Un beso

Anónimo dijo...

ES DE LAS MEJORES COSAS QUE NOS HA DADO LA VIDA, LA FAMILIA Y EL CARIÑO CON QUE NOS TRATARON CUANDO ERAMOS PEQUEÑOS. ESOS RECUERDOS NUNCA SE OLVIDAN Y SOBRE TODO EN PERSONAS SENSIBLES. ES UN RECUERDO A VECES TRISTE Y A VECES GRATIFICANTE. LO MISMO ME PASO A MI Y ME IMAGINO QUE A LA MAYORIA DE LOS MORTALES, RECUERDOS QUE NUNCA DEBEN DE PERDERSE Y SOBRE TODO TOMAR ESE EJEMPLO PARA TRANSMITIRSELO A NUESTROS HIJOS. SALUDOS.

Princesa115 dijo...

Me has emocionado niña, casi lo he podido ver llamándote Mariquilla.
Siempre estará contigo, en tu mente y en tus recuerdos.
Sabes? Escribes muy bien y da gusto leerte.

Un beso enorme

María del Mar Bernal dijo...

Si que es bonito Pakiba, gracias por llamarme así.
Jose Luis, es importante eso que cuentas, los abuelos son tan importantes como los padres en las vidas de los niños, los que están deben de estar.
Gracias Princesa por tu comentario, me has hecho mucho bien.

Unknown dijo...

Cuánto me has recordado a mi abuelo, Mªdel Mar. También fumaba Ducados...ñaña ñaña!!decía riéndose cuando le regañábamos por dejar caer la ceniza en cualquier sitio...pues él sabía que esas cosas no tenían importancia, no esas cosas, después de tantas otras vividas...Cuánto deberíamos aprender de los abuelos, sí...

Anónimo dijo...

Cuanta inteligencia emocional hay en esas palabras, has sido capaz de transportarme a mi infancia, no dejes de escribir, vales oro.