Lo que nos aparta de la realidad que vivimos es el deseo y precisamente es quien debe cruzarse en nuestro camino y habitar en él. En ocasiones desviamos la atención hacia nuestros intereses con tal imprudencia y desmedida que hace tambalear lo hermoso o cruel del momento que construimos.
Siempre busco el equilibrio pero, mi guía, con experiencia y casi sin querer, me enseñó a hallarlo inclusive en la luz artificial que de sopetón te despierta o que ante la oscuridad taciturna enciendes, lo hallé en los resquicios de mi mente y aunque por resbaladizo se escurre, yo lo atrapo, lo atrapo.
A veces el deseo nos retira la cordura, la sensatez; pero otras veces se inserta en la piel y te empuja a actuar con juicio, tacto y esperanza.