24 de marzo de 2013

Escuchar.



Cuando más me cuesta escucharla es cuando más me necesita. En esos instantes debo estar serena, paciente,  comprensiva, ahí debo ser valiente y constructiva, abrir mis brazos hasta SER su abrazo y esperar, permanecer adherida a sus palabras y acciones, aguardando sin terciar en un más o en un menos, convertirme en hombro, en peso de incalculables medidas, si no me desmorono, ella no recorrerá los canales de ningún abismo, ni conocerá el egoísmo pues dejaré de verme a mí misma y a mi sufrimiento, eso se pospondrá o se aniquilará según mi fortaleza, conforme a mi aprendizaje, ... Atenderé siempre a sus "idas"  y así divisará siempre un norte incluso cuando la visión de sus ojos se lo retuerza. 

Todo quedará en una fuga del alma, en un acervo personal, normalizaré la emoción hasta ser más amén que la santa madre y sin heridas ni tiritas continuaré.

¿Puede un árbol torcerse un día de viento? Pues si, y aunque creáis que tras varias tormentas su aspecto se transformó, sus raíces siguen ocupando el mismo espacio y su cima creciendo y nosotros admirándolo. Él seguirá proporcionándote calor y oxígeno y será el indispensable alimento de otros seres vivos.

Escuchar, atender y proceder.

2 comentarios:

concha dijo...

Je je jeee...podríamos decir " los hijos como herramienta de mejoramiento personal" ...si es que sirven para un rito y para un descosido, para agobiarnos y para alegrarnos, para dar dolores de cabeza y para desengrasar las neuronas, para dejarnos sin dormir y para hacernos soñar...y para alegrar la vista, ¡ tan guapos !

concha dijo...

Era para un roto y no rito...que pena...