18 de agosto de 2011

El hiperactivo.


-     -  ¡Desapareced! Insisto. Salid de mi cuarto, dejadlo vacío de sermones inútiles que no hacen más que lastimarme y enfurecerme. ¿No os paráis a pensar en mí y en mis circunstancias ni por un momento? ¡No sois padres sino justicieros! .- Abatido tras la exasperación sufrida los miraba fijamente a los ojos comprobando que cerraban la puerta y que los pasos tras ella no eran fingidos y depositados en la misma losa del suelo, sino continuos y progresivamente más lejanos de su habitación y cercanos a la cocina, ubicada a la izquierda de la entrada de su casa, al comienzo del pasillo eterno construido como vagón de tren de camas. Al final vivía Lorenzo refugiado en aquella propiedad que le alquiló a sus padres, su dormitorio de pequeño sometido a gravamen. Sus padres habían tomado esa decisión inusual como pauta para encaminarlo como a un hombre de bien, ellos guardaban íntegramente el pago que le hacía su hijo en una cuenta corriente más Lorenzo no lo sabía y la convivencia con sus progenitores la digería rígida y le atragantaba cada día que se levantaba y cada noche o madrugada que se acostaba. Las normas de su hogar eran extremas y poco complacientes para un chaval que sólo había celebrado veintidós años, pero encarrilar a Lorenzo no fue plato de querida mesa. A los catorce años fue expulsado del instituto y juzgado por lesiones tras haber agredido a un compañero de clase que acabó en el hospital con abrasiones en todo el cuerpo tras haber sido arrastrado por la carretera. Lorenzo le sujetaba las piernas y su corpulenta y buena administración de la fuerza lo aceleraba sin remordimientos. Enajenado lo desplazó varios metros aunque las secuelas psicológicas se las propinó tras el primer centímetro. 
Aquél incidente no fue aislado, su predisposición a recurrir al uso de la violencia sin más recursos ante los agravios e insultos, se dejaba entrever desde que comenzó la primaria. Sus padres lo tachaban de hiperactivo y maleducado aliándose con la sociedad que lo aislaba y en sus castigos recreaban sus malas conductas creyendo que así, con las regañinas las paliarían, no obstante sólo consiguieron alimentarlas, avivarlas como los soplos sonoros al viento que propagaban los ecos hacia los vecinos.
Lorenzo creció sin amigos…. (continuará) 




¿De veras lo son? ¿Son chicos malos?

3 comentarios:

nuria dijo...

Haces una pregunta al final cuando sabes la respuesta. pero te respondo. Llegan a hacer cosas malas sin ser malos, cuando su hiperactividad la transforman los demás en trastorno de conducta. No son ellos los que decidieron llegar a eso.

Besitos!!

Pakiba dijo...

Mi comentario muy semejante al de Nuria.

Ya estoy esperando el siguiente capítulo.

belijerez dijo...

Uffffffff es mu fuerte esta cuestión. La oxitocina, homona del amor, la llaman, porque recibe el parto y se mantiene mientras amamantas.

Seguramente necesitamos un poco más de amor los humanos.

besitos "calurosos".