Iba a presentar este modesto relato a un concurso pero como se me pasó de fecha, y a falta de inspiración, lo comparto con vosotr@s, espero os guste. Ay! voy a ponerle música, jeje. Esta vez al final. Rocío nos canta.
Sentada en esta arena que cubre la piel de mis pies descalzos, allá, en la lejanía del horizonte, el viento deposita las imágenes de mi niñez y adolescencia con el rubor que produce la nostalgia, el descaro de los impulsos que nos gobernaron y la tristeza que acartonó tu rostro mamá.
Allá, sin más límites que el infinito, camino; con la tranquilidad de un claro de luna, el miedo medido a lo desconocido, la confianza de la capacidad que innatamente adquirí y desde donde partí a combatir mi discapacidad.
Allí calzaré mis pies, hoy cansados pero ágiles y fuertes, decididos en esta soledad buscada de una lágrima muerta y devuelta a mis ojos, que no te lloran, te agradecen y embellecen tu cuerpo sutilmente reflejado sobre la calma del mar sonrojado y atardecido de un invierno más que vivo sin verte.
Ya no acaecerá otra tarde ofuscada e hiriente de ruegos por tenerte. No mamá, ya no te susurrará el viento mis plegarias porque he aprendido de ti a alisar el terreno abrupto y, mientras me voy tolerando y aceptando, rebusco en mi mente el placer con el que te recompensa el trabajo y la templanza que te aporta un amigo…
Y sigo. ¡Si me vieras!.
No volverá a pisar mi desnudez esta nuestra playa porque al fin, entre las líneas de tus palabras entendí que ser diferente no es más que una percepción del que te mira y que si sonrío es porque soy feliz.
2 comentarios:
Gracias a ti por ser como eres.
Seguro que si lo hubieras presentado ganas,pero estoy contenta que lo compartas con nosotros porque así podemos ver lo buena escritora que estas hecha.
Un beso gordo para ti guapa.
Poeta.......besitos
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